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Vas a caerte, y está bien.

Solemos creer que lo mejor de nosotros surge de nuestra mejor versión, pero quizás no sea tan así. Basta echar una mirada a nuestras vidas y ver como a veces, lo mejor que nos pasó fue gracias a un error. Lo Bueno sale de Todo de lo que Somos, también de nuestras contradicciones, de nuestros cortocircuitos. Como en terapia, las mejores sesiones son aquellas donde nos equivocamos, donde nos confundimos, cuando dije la palabra incorrecta…en el lugar correcto.

Todos hemos escuchado como mucho de los grandes inventos de la humanidad, surgieron de una falla, el inventor quería hacer una cosa y le salió mal, por accidente acaba descubriendo el verdadero invento revolucionario, el que significó un antes y un después. No es muy distinto en nuestras pequeñas vidas, a otra escala, pero sucede algo similar. Siempre puede salir mal, y quizás, sea nuestra mayor fortuna. El plan puede fallar, podemos fracasar estrepitosamente, se puede quemar el mapa de las predicciones, y puede derramarse el elixir que habíamos preparado por si acaso, sí, todo puede derrumbarse. No importa cuanto lo pienses, organices o planifiques, en el camino, vas a caerte, y está bien, habría que incluirlo en el plan, no solo porque puede suceder, sino porque indefectiblemente, sucederá. Porque es parte de la ruta a cualquier destino. No sirve demorarse en los lamentos, sirve tomar lo que quede, y seguir a pie. Lo mejor que tenemos es que somos errantes, es lo que nos salva de ese aburrimiento insalubre de ser infalibles y certeros.

El error no despareja los pies cada tanto, y nos empuja al piso. Si alguna vez tropezaste, si alguna vez te caíste, sabes de lo que hablo, y si te pasó de grande, te das cuenta la diferencia con las caídas de chicos, las caídas de la infancia las recordamos como eso, porrazos, nada más, pero si tropezaste de grande, ¡te sentís tan mal!!!, te duele tanto, la rodilla y el orgullo, y duele más porque el cuerpo se desacostumbra al suelo, y la rodilla a doblarse…y el ego ni te cuento.

Lo mejor de nosotros también surge de nuestras caídas, de nuestras torpezas, de nuestros terrores más desconocidos, de esa fragancia siempre irreconocible y súbita que suelen ser nuestros sentimientos más bajos, más indecibles. De ese lodo, de esa sombra, nacen también nuestros corajes más impensados, y las fuerzas irracionales, esas con las que no contábamos.

El mundo no sería un lugar mejor si nos quitáramos todos los defectos. El mundo es mejor cuando en ese intento de ser mejores, hacemos de nuestros fallos un recurso para la vida. La humanidad ha evolucionado también a los tropezones, gracias a los que, haciendo, intentando, se equivocaron, y lejos de callarse muertos de vergüenza, contaron de sus errores, y de ese modo allanaron el camino para los que veníamos detrás. Seamos generosos con nuestras desventuras, al final, no son tan importantes.

El fracaso es un invento de los exitistas de siempre, de los que viven para los resultados más que para la experiencia. El miedo al error se come vivas las aspiraciones de la gente, los tímidos amores, las iniciativas que podrían mejorar la vida de todos. En el mundo emprendedor hablan de equivocarse rápido y barato, para aprender más temprano y adquirir experiencia. De hecho, hay una corriente llamada “fuckup nights” donde se comparten los fracasos, para desafiarse a incorporarlos a sus historias, los cuentan como parte del proceso. Nadie se culpa o se avergüenza de eso.

Tus errores pueden salvarte, si no, mira para atrás en tu vida, ya ves como todo lo que un día salió “mal”, acabó siendo, con el tiempo, tierra lista para una buena siembra, y lo acabas agradeciendo, o al menos entendiendo. Siempre hay algo bueno, para quien está a dispuesto a tomarlo.

Caerse está permitido, y no solo está permitido, es inevitable, y te va a doler más si no estás listo.

Vas a caer, y está bien. ¡Sino que juego seria éste!





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