“Ustedes los psicólogos, lleven tranquilidad a la gente”, me pide la vecina… estaríamos un poco tarde.
A esta altura el miedo ya está instalado, ya convive entre nosotros. Tal vez se trata ahora, de darle a la gente algunas herramientas para afrontar el miedo, para que puedan hacer algo con él, porque miedo ya tienen.
Quien diga que hoy no tiene miedo es porque está refugiado en la ignorancia o en la negación. Los que se atreven a mirar, están asustados. Si hay un momento en el que el miedo es pertinente, es este.
El tema es cómo encontrar un justo equilibrio, entre el pánico demoledor que impide pensar, y la negación de mirar para otro lado. Y eso es sobre lo que quiero hablarte. Decirte que, para alcanzar ese equilibrio añorado, no queda otra que efectivamente, SENTIR el miedo. Hay que pasar por la emoción, (permítanme por un momento no ser la que lleva tranquilidad, mas bien todo lo contrario).
Yo no puedo hacerlo por vos, ese es un proceso muy personal, lo que puedo es contarte más o menos de qué va, para que estés donde estés, puedas entender y acompañar tu propio proceso.
Podes empezar por, darte un momento para sentir el miedo
Al principio va a parecer que te invade, y te vas a asustar mucho más, porque parecerá que quedas fuera de control, – “Pero no quiero entrar en pánico…”- dirá tu mente, pero eso no podemos decidirlo. El pánico está más allá de nuestro control. Y a muy pocas cosas le teme más la mente que a perder el control.
Seguí adelante, es normal… ahí tu mente va a buscar una distracción, vas a querer ir a ver una película, te vas a acordar de eso importante, vas a querer huir de ese encuentro. Aguanta, y trata de quedarte con vos mismo un rato.
Prepárate los mates o un tecito, vos sola o solo, y sentarte un rato a charlar con tus miedos.
Hablá con vos mismo como con un mejor amigo, sin temor a ser juzgado, sin pensar que estás hablando boludeces ¿a qué le tenés miedo?, nombralos, contate tus miedos, poneles palabras, decilo en voz alta, si así como un loco que habla solo, así, nadie te ve, -me da miedo que se mueran las personas que quiero, me da miedo ser yo quien los contagie, me da miedo quedarme sin trabajo, que me falte lo necesario para vivir, me da miedo por mis hijos, me da miedo tener que despedir a mis empleados, contagiarme en el trabajo, me da miedo por mi país, me da miedo morirme, me da miedo… – y así, preguntate, respondete, date todo el tiempo necesario para decirlo todo, hasta eso que nunca le dirías a nadie.
Mientras te vas escuchando… lo más seguro es que empieces a llorar, o te viene una angustia horrible, te sentís ahogado… vas a sentir que te desarmas un poco, vas a sentirte tan pequeño frente a todo. Vas a sentir que sos un manojo de puro miedo, miedo en estado puro. No lo juzques, no te apures a dejar de sentirlo, no te lo quieras quitar de encima.
Ahí estás, sintiendo el dolor, la tristeza, la pena, la culpa, y el miedo. Suelen andar todos juntos.
No es lindo, no es el mejor plan llorar solo al borde del miedo, pero te aseguro, te prometo, que pasado esto… te sentirás mejor. Vas a ver que inmediatamente después, tu “sistema inmunológico emocional” se activa, se despierta.
Te desahogaste, te sentís más lúcido, más entero, más buena gente. Y aunque lo que pasa no cambia, porque lo que pasa sigue ahí, vos vas a estar más conectado.
Eso, es tomar contacto con la emoción.
Y te sentís más aliviado porque es lo que sucede cuando ya dejaste de pelearte a las piñas con tu miedo, ya dejaste de sentirte un idiota por tener miedo, ya no te avergüenza tu miedo.
Si de algo te sirve, déjame decirte que el que está parado al lado tuyo, tu vecino, el chofer del colectivo, la cajera del súper, están igual de asustados que vos… somos personas, estas cosas nos asustan, porque no sabemos lo que va a pasar. Y está bien estar asustados.
-Si estoy asustado estoy frágil- Sí, pero solo de esa fragilidad vendrá la fuerza genuina. La fuerza genuina es la de la resiliencia, es una fuerza plástica, que se ajusta, que se adapta. La negación o la omnipotencia nos protegen con la dureza de un cascarón, que al final se rompe.
Solo en plena conciencia de mis más profundos temores puedo ordenar mis prioridades y tomar decisiones más acertadas, puedo organizarme, prepararme y hacer lo que tenga que hacer para afrontar mis circunstancias. No me salva del sufrimiento, claro que no, pero me aligera la carga.
Mis amigos,
Que el miedo no nos paralice, que el miedo nos despierte.
Está hecho para eso.
Stella Acosta – Psicóloga – MP 369